Cuando alquilé el local hace ya unos años, a mi marido casi le da un pasmo. No lo veía ni medio decente y ahora mola un montón (palabra de Pángala).

La luz del sol ilumina las garrafas antiguas de vidrio, la maleta vintage y las latas retro de ColaCao. En Pángala todo tiene su lugar. ¡Incluso las patas de la máquina de coser con la que aprendí viendo a mi madre!

Y es que son las pequeñas cosas las que nos hacen disfrutar de la vida, ¿no crees?

Aquí se cuece todo a fuego lento.

Trabajo mientras escucho audiolibros y en cuanto entra alguien me dirijo, sin agobiar, a explicarle de qué está hecho un Pángala. Que sea papel lavable, que se pueda personalizar y que resista una tempestad siempre te vendrá bien.

Si vienes te lo cuento en persona y si no te invito a cotillear el planeta online Pángala.

¡Quiero que tu experiencia sea lo más de lo más!